Entre tantos disparates y excusas, la tragedia ferroviaria de Once explota en la mesa de Fuera de Agenda. 51 muertos y más de 700 heridos que indesmentiblemente se acreditan al gobierno nacional.
Las responsabilidades de siempre, la corrupción público-privada, no se pueden esconder más. La bronca de los usuarios que a las horas del ¿accidente? ya se subían de nuevo a las formaciones viejas y destartaladas de la línea Sarmiento. La sensación cotidiana de que todo está atado con alambre y de que vivimos zafando de milagro. Y el juego del final: buscando a Dromi, el símbolo privatizador de los 90, un regalo para la Casa Rosada, cuando quiera hablar de la herencia recibida y no de los últimos 10 años.
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