En el barrio porteño de La Boca, el 20% de la población vive en conventillos, edificaciones de chapa y madera originarias de principios de siglo XX, que aparecieron como albergue de las familias de inmigrantes que llegaban en busca de ascenso social. Hoy, más de 100 años después, perduran como focos de hacinamiento y malas condiciones de vida, y pasaron de ser un estado transitorio a situaciones habitacionales permanentes para miles de personas. Jaime Sorín, director del Instituto de la Vivienda de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires, reflexiona una semana después de un incendio -uno de los tantos- que expuso en los medios la situación de los conventillos en pleno siglo XXI.
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