Por Jairo Straccia
Corría el año 2004
cuando la vida me puso frente a Agustín Bottinelli. Por esos días,
simplemente un editor más, con extraño tono ibérico casi
impostado, que militaba la obsecuencia del dueño del diario La
Prensa, este sí un español real, ligado al franquismo y al partido
popular, Florencio Aldrey Iglesias.
"¿Por qué habla de tú
y con tono gallego?", pregunté en La Prensa, ese lugar que me dio tan
buenos amigos y me mostró también tanto hijo de puta. “Es que
vivió en España, porque se tuvo que exiliar en 1983”. ¿En 1983?
A Agustín Bottinelli
lo fui conociendo de a poco. Era un hombre de servicio. Cuando a
alguien le robaban el auto, el mensaje era “andá a hablar con
Bottinelli”. Con un par de llamados a “amigos en la Policía” o
“conocidos en la Secretaría de Inteligencia”, era el rumor,
ofrendaba una respuesta más diligente de parte de las fuerzas de
seguridad.
Poco a poco fue
quedando claro que Agustín Bottinelli no estaba allí pasando las
tardes comiendo talitas de queso tanto por sus cualidades
periodísticas, como por ser un hombre de servicio, hoy al servicio
del dueño de La Prensa, el español Aldrey Iglesias.
Allá por 2007, cuando
se me ocurrió por esas cosas intentar ser delegado gremial en un
diario donde casi todos ganábamos menos de $ 1000 y no había
comisión interna, terminé de comprobar quién era Bottinelli.
Bottinelli era quien
marcaba quién iba y quién no a una asamblea. Bottinelli, en 2007,
era quien llevaba un recuento de quién hablaba con el delegado y
quién no. Bottinelli era quien apretaba a los trabajadores para
desarticular cualquier reclamo. Bottinelli era quien podría hacerle
saber a cualquiera que iba a perder su trabajo si osaba
desobedecerlo.
Agustín Bottinelli, actual secretario de redacción del diario La Prensa, sería apenas otra alma
miserable más, pero no.
En estos días, el
mismo Bottinelli está siendo investigado por haber
publicado en 1979 un falso reportaje a Thelma Doroty Jara de Cabezas,
una secuestrada y detenida en la Escuela de Mecánica de la Armada.
De acuerdo con la
causa, como jefe de redacción de la revista Para Ti, Bottinelli
participó junto a grupos de tareas y servicios de inteligencia del
operativo de maquillar y llevar a esta mujer a una confitería para
presentarla en un artículo como “la madre de un subversivo
muerto”. La nota decía que supuestamente estaba ahora en
Montevideo y criticaba a la organización Montoneros. El objetivo del
texto del que Bottinelli sería responsable junto a Aníbal Vigil,
era preciso: el 23 de agosto de 1979 visitaba el país la Comision
Interamericana de Derechos Humanos.
Bottinelli fue indagado
por esta causa el 11 de junio pasado. Negó los cargos ante el juez
Sergio Torres y no respondió preguntas. Como los militares acusados
de delitos de lesa humanidad, adujo problemas de salud. Daniel, hijo
de Thelma Jara de Cabezas, afirmó: “Para mi familia es muy
importante que se haya indagado a Bottinelli porque es como una
revivindicación hacia mi madre”.
El caso Bottinelli
podría pasar a la historia en la Justicia argentina porque sentaría
jurisprudencia en un caso concreto de connivencia entre un medio, un
periodista y la última dictadura militar. Pasar a la historia, en
definitiva sería lo menos que se merecería alguien que por décadas
mantuvo la coherencia de ser un hombre de servicio.
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