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sábado, 28 de junio de 2014

Bottinelli o la coherencia de un hombre de servicio


Por Jairo Straccia

Corría el año 2004 cuando la vida me puso frente a Agustín Bottinelli. Por esos días, simplemente un editor más, con extraño tono ibérico casi impostado, que militaba la obsecuencia del dueño del diario La Prensa, este sí un español real, ligado al franquismo y al partido popular, Florencio Aldrey Iglesias.

"¿Por qué habla de tú y con tono gallego?", pregunté en La Prensa, ese lugar que me dio tan buenos amigos y me mostró también tanto hijo de puta. “Es que vivió en España, porque se tuvo que exiliar en 1983”. ¿En 1983?

A Agustín Bottinelli lo fui conociendo de a poco. Era un hombre de servicio. Cuando a alguien le robaban el auto, el mensaje era “andá a hablar con Bottinelli”. Con un par de llamados a “amigos en la Policía” o “conocidos en la Secretaría de Inteligencia”, era el rumor, ofrendaba una respuesta más diligente de parte de las fuerzas de seguridad.

Poco a poco fue quedando claro que Agustín Bottinelli no estaba allí pasando las tardes comiendo talitas de queso tanto por sus cualidades periodísticas, como por ser un hombre de servicio, hoy al servicio del dueño de La Prensa, el español Aldrey Iglesias.

Allá por 2007, cuando se me ocurrió por esas cosas intentar ser delegado gremial en un diario donde casi todos ganábamos menos de $ 1000 y no había comisión interna, terminé de comprobar quién era Bottinelli.

Bottinelli era quien marcaba quién iba y quién no a una asamblea. Bottinelli, en 2007, era quien llevaba un recuento de quién hablaba con el delegado y quién no. Bottinelli era quien apretaba a los trabajadores para desarticular cualquier reclamo. Bottinelli era quien podría hacerle saber a cualquiera que iba a perder su trabajo si osaba desobedecerlo.

Agustín Bottinelli, actual secretario de redacción del diario La Prensa, sería apenas otra alma miserable más, pero no.

En estos días, el mismo Bottinelli está siendo investigado por haber publicado en 1979 un falso reportaje a Thelma Doroty Jara de Cabezas, una secuestrada y detenida en la Escuela de Mecánica de la Armada.

De acuerdo con la causa, como jefe de redacción de la revista Para Ti, Bottinelli participó junto a grupos de tareas y servicios de inteligencia del operativo de maquillar y llevar a esta mujer a una confitería para presentarla en un artículo como “la madre de un subversivo muerto”. La nota decía que supuestamente estaba ahora en Montevideo y criticaba a la organización Montoneros. El objetivo del texto del que Bottinelli sería responsable junto a Aníbal Vigil, era preciso: el 23 de agosto de 1979 visitaba el país la Comision Interamericana de Derechos Humanos.

Bottinelli fue indagado por esta causa el 11 de junio pasado. Negó los cargos ante el juez Sergio Torres y no respondió preguntas. Como los militares acusados de delitos de lesa humanidad, adujo problemas de salud. Daniel, hijo de Thelma Jara de Cabezas, afirmó: “Para mi familia es muy importante que se haya indagado a Bottinelli porque es como una revivindicación hacia mi madre”.

El caso Bottinelli podría pasar a la historia en la Justicia argentina porque sentaría jurisprudencia en un caso concreto de connivencia entre un medio, un periodista y la última dictadura militar. Pasar a la historia, en definitiva sería lo menos que se merecería alguien que por décadas mantuvo la coherencia de ser un hombre de servicio.


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